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Navegamos cerca de la isla de Chipre, que estaba a la vista por la parte norte, pero no nos detuvimos. Seguimos a la región de Siria y nos detuvimos en la ciudad de Tiro, porque el barco tenía que descargar allí. En Tiro encontramos a algunos seguidores del Señor y nos quedamos con ellos siete días. Por medio del Espíritu Santo, ellos le advirtieron a Pablo que no fuera a Jerusalén. Cuando terminamos nuestra visita, nos fuimos de allí y continuamos nuestro viaje. Todos los seguidores, incluso sus esposas y sus hijos, vinieron a las afueras de la ciudad para acompañarnos y para despedirse. Nos arrodillamos sobre la playa y oramos.

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